In
memoriam A. Yupanqui
Niña, china mía, que esperas al fin
de este camino de piedra y fierro,
te acurrucas fría de mi amor, lejos
de estas torpezas que son mis versos.
Nena lejana, no distingues mi calor de marfil
porque lucho contra mi propia pobreza,
que es hija de la lejanía, de otro pueblo, una pena,
y de otras razones más fieras.
Pena, de tus bracitos, hueca...
Niña linda nunca olvidaré esa fiesta,
tus manos volando, saludando en el amanecer...
Para que mi alegría sea más leve
recordaré mi condena de no tenerte,
con mi sudor de caminar, sólo y áspero.
Niña, seguro allá me aguardas bajo tu cielo...
Si eres una virgencita, que sigue mi rastro con celo!
Soy el perdido y pecador peregrino andariego
que vale menos que su pena,
y que en la tierra, ni un castigo encuentra,
por haberte dejado, mi pobrecita nena...
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